jueves, 27 de septiembre de 2012


Jonás 4: 1  El enojo

V.1 Pero Jonás se apesadumbró en extremo, y se enojó.

Comentario:
En ese entonces, Nínive era una ciudad de unos 120.000 habitantes, y probablemente era la ciudad principal de la nación de Asiria. Siria era una nación feroz y guerrera.  ¡Se puede entender por qué Jonás, como extranjero, no quería ir a Nínive para proclamar el juicio de Dios!  Pero en el estómago del pez, él escarmentó, se arrepintió y tomó una decisión obedeciendo y predicando luego el mensaje que
Dios le había dado. Fue por toda la ciudad he hizo el trabajo, pero cuando terminó, se enojó, inmediatamente le sobrevino un ataque de enojo.
¿Por qué nos enojamos cuando cosas buenas ocurren? Es increíble el pensamiento de Jonás, se enojó porque Dios decidió perdonar a todo viviente de Nínive. Yo anoche estaba platicando con alguien por medio de una red social y de repente se enojó como que sin razón alguna aparente.
Debemos analizar por qué nos enojamos para evitar el desprecio, la distancia y el desamor con los seres que amamos. El enojo es una sensación que surge de un “malestar” que parece brotar de las entrañas como un volcán en erupción, que por un lado nos empuja a seguir adelante pero por el otro se convierte en un arma destructora y que además nos trae más problemas que el problema mismo.
Jonás se enojó muy feo, hasta el punto de quererse morir y abandonarse para irse de este mundo. ¿Por qué? No es fácil analizar el caso de él porque no conocemos su familia, su vida pasada y otras cosas, pero sí conocemos que era un hijo de Dios y que se enojó.
Algunos cuando se enojan culparán del mismo enojo a Dios, al país, al jefe, a la "situación económica", a la suegra, a la pareja, al trabajo, al "no tengo tiempo", al pasado, en fin razones podrían haber miles, pero mientras busquemos culpables en nuestro entorno achacándoles todos nuestros males, difícilmente encontraremos la salida a esta sensación y a muchas otras.
Antes de analizar el tema en curso, quisiera dar unos consejos para realizar cuando nos enojamos, y también se lo escribo para quien se enojó anoche.
Lo primero, empezar a tenernos más paciencia, podríamos poner mucho énfasis en todo lo positivo que tenemos, en todo lo que logramos, en lugar de en todo lo que se supone nos falta. El estar atentos a nuestros aciertos, restándole críticas a nuestros errores, recordando que cometiéndolos hemos aprendido infinidad de cosas, permitirá no enojarnos tanto. Guardar siempre un tiempo para nosotros, para nuestras necesidades, nuestros gustos, nuestros planes. Aprender a poner límites cuando nos molesten, nos traten mal, nos invadan. Actuar más desde lo que verdaderamente somos y sentimos. Respetarnos y aceptarnos con todo lo que traemos nos ayudará a seguir creciendo con menos exigencia y más alegría, pero sobre todo saber que compartimos el corazón con Dios. Siempre digo que en mi corazón tengo una recámara muy grande donde Dios trabaja y comparte. Por esa razón he aprendido a no enojarme, el solo hecho de compartir con Dios mi vida.
De esto se trata el auto-conocernos, de aprender también a "pasarla bien" y estar menos tiempo llenos de preocupación, de conectarnos cada día más con nuestro Señor, facilitando de esta manera la expansión de él en nuestros actos, y eso implica abrirnos a todo lo BUENO que tiene preparado para cada uno de nosotros.
Rubén Pelegrina (continuará) 

No hay comentarios:

Publicar un comentario