jueves, 26 de mayo de 2011

Salmo 119 La excelencia de la Palabra de Dios (8° Parte)

Salmos 119:57-64  Mi porción es Jehová; he dicho que guardaré tus palabras.
58  Tu presencia supliqué de todo corazón; ten misericordia de mí según tu palabra.
59  Consideré mis caminos, y volví mis pies a tus testimonios.
60  Me apresuré y no me retardé en guardar tus mandamientos.
61  Compañías de impíos me han rodeado, mas no me he olvidado de tu ley.
62  A medianoche me levanto para alabarte por tus justos juicios.
63  Compañero soy yo de todos los que te temen y guardan tus mandamientos.
64  De tu misericordia, oh Jehová, está llena la tierra; enséñame tus estatutos. Chet
Comentario:
V.57 “Mi porción es Jehová”. Todo Padre da una porción a su hijo que está educado en él y que es obediente. Dios ha decidido darse El mismo como porción para cada creyente que confía en El.
¿Y qué significa la palabra “porción”? El diccionario Strong dice que la palabra hebrea que se traduce como porción puede significar una porción asignada, un galardón, una hacienda o una propiedad. También puede significar una herencia, una parte o una ración y todas estas traducciones denotan cosas diferentes.
Como primera cosa, Dios está a nuestro lado y a nuestro alrededor, es nuestra posesión y nuestra herencia. También el salmista deja la idea de alguien que está como una riqueza para cada uno de nosotros y también deja la convicción de saber que Dios es la prioridad. Debe ser la primera elección entre todas las que hagamos.
Todos estamos expuestos a quedar solos en determinado momento de la vida y Dios siempre estará a nuestro lado mientras guardemos Su Palabra.
El debe ser nuestra prioridad, El es la mayor porción que tenemos porque está sobre todas las cosas.
Sabemos que El es nuestra porción, nuestra parte, nuestra herencia porque su Palabra lo dice. Expresiones de la biblia como:” Jehová es mi pastor”, “Padre nuestro”, “es mi escudo, mi roca, mi salvación”, etc, nos hacen estar seguro que Dios es para nosotros algo exclusivo.
V.58 Su presencia también certifica ser parte de dicha porción cuando la gente mala nos esté presionando, “compañía de impíos me han rodeado” (v.61), porque Él se entrego a sí mismo por nosotros, muriendo por nosotros y por la misma razón debemos de armarnos del mismo pensamiento, amándole, obedeciendo y  buscando que Su palabra nos guie a cada uno diariamente.
Su suficiencia y su amor fiel llena toda la vida. ¿Cómo reaccionamos al que es totalmente suficiente (vs. 57–60), y cómo vivimos en relación con aquel cuyo amor podemos encontrar en todas partes (vs. 61–64)?
Con obediencia prometida (v.57), buscando de corazón su favor y su gracia inmerecida (v.58), cambio reflexivo de uno mismo (v.59) y obediencia inmediata (v.60).

Rubén Pelegrina

miércoles, 11 de mayo de 2011

Salmo 119 La excelencia de la Palabra de Dios (7° Parte)

Salmos 119:49-56  Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, en la cual me has hecho esperar.
50  Ella es mi consuelo en mi aflicción, porque tu dicho me ha vivificado.
51  Los soberbios se burlaron mucho de mí, mas no me he apartado de tu ley.
52  Me acordé, oh Jehová, de tus juicios antiguos, y me consolé.
53  Horror se apoderó de mí a causa de los inicuos que dejan tu ley.
54  Cánticos fueron para mí tus estatutos en la casa en donde fui extranjero.
55  Me acordé en la noche de tu nombre, oh Jehová, y guardé tu ley.
56  Estas bendiciones tuve porque guardé tus mandamientos.  Zain

Comentario:
“Acuérdate de la palabra dada a tu siervo Me acordé, oh Jehová, de tus juicios… Me acordé en la noche de tu nombre…”   Dios nunca dice algo que luego no cumple, siempre cumple todo lo que promete. Sus promesas están cerca de nosotros para alimentarnos de su bondad cuando tenemos hambre de Dios. Cuando estamos lejos de su presencia, transitando los caminos del Hijo Pródigo debemos tener la seguridad que el enemigo nos enviará a apacentar cerdos (Lucas 15:15), pero si nos hallamos cerca de Él será todo lo contrario, por más dificultades que vengan, tanto más cerca Él estará de nosotros.
Con sus promesas no solo encontramos fuerza y seguridad sino prosperidad. 
Estas bendiciones tuve porque guardé tus mandamientos” (v.56).
Podemos esperar en las promesas de Dios y estar seguros que nunca quedaremos defraudados. Él dice y cumple, Su palabra permanece para Siempre y ella nos hace estar confiados, aunque los tiempos de espera de Él no sean los nuestros.
Si hoy estamos desconsolados porque el pecado nos ha llevado por camino de tristeza y nuestras rebeliones parecen aumentar, Su promesa llega para decirnos: Yo soy tu consuelo, vuélvete a mí.
Jesús ha dicho claramente, el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasaran (Mateo 24:35).  Sus promesas son como un lugar de máxima seguridad en medio de las dificultades y angustias diarias de la vida. Debemos agradecer por sus preciosas y grandísimas promesas y en ellas estar confiando.
Las personas piadosas que estén impedidas y afligidas por la impiedad de los que rechazan la ley de Dios (v.53), deben consolarse recordando que los grandes principios de la verdad divina permanecerán a pesar de todo; y también los “juicios antiguos” (v. 52) de Dios, es decir que sus pasadas interposiciones a favor de su pueblo, son la garantía de que otra vez intervendrá para librarlos; y éstas llegan a ser el tema de constante y agradable meditación. Cuanto más depositamos nuestra confianza en la ley de Dios, tanto más amamos esta Palabra eterna.

Rubén Pelegrina

jueves, 5 de mayo de 2011

Salmo 119 La excelencia de la Palabra de Dios (6° Parte)

Salmos 119:41-48  Venga a mí tu misericordia, oh Jehová; tu salvación, conforme a tu dicho.
42  Y daré por respuesta a mi avergonzador, que en tu palabra he confiado.
43  No quites de mi boca en ningún tiempo la palabra de verdad, porque en tus juicios espero.
44  Guardaré tu ley siempre, para siempre y eternamente.
45  Y andaré en libertad, porque busqué tus mandamientos.
46  Hablaré de tus testimonios delante de los reyes, y no me avergonzaré;
47  Y me regocijaré en tus mandamientos, los cuales he amado.
48  Alzaré asimismo mis manos a tus mandamientos que amé, y meditaré en tus estatutos. Vau

Comentario:
V.41-42 La lealtad a la Palabra de Dios puede traer la burla de los impíos que provocan vergüenza (Jesús tuvo que hacer frente a esta molestia pero él no se avergonzó). Toda vergüenza presente finalmente se evapora y se transforma en verdadera satisfacción si actúa sobre ella el poder de Dios. El salmista había confiado en Dios lo que provocaba en él un escudo de protección en el cual podía cobijar todos sus problemas.
La misericordia y la salvación de Dios, como están reveladas en Su palabra, producen la esperanza del perdón del pasado y la seguridad en una buena y recta vida para el futuro.
V. 43  “No quites de mi boca en ningún tiempo la palabra de verdad”. Debemos ser muy cuidadosos en nuestra forma de hablar o como nos expresamos. La Palabra de Dios es muy clara y encontramos varios textos que nos aconsejan cómo debemos hablar.
Las palabras pueden justificarnos o condenarnos, probarnos o castigarnos: “Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”. (Mateo 12:37). “Si alguno habla, hable conforme a las Palabras de Dios”. (1° Pedro 4:11). “La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos”.  (Proverbios 18:21).
Podemos notar que algo muy importante en la vida del creyente es tener mucho cuidado en la forma de hablar, cómo les hablamos a nuestros hijos, a la esposa o al esposo, a los trabajadores. ¿Cómo hablamos en los momentos difíciles de la vida?, cuando estamos enojados, irritados o malhumorados.  Es importante pensar antes de hablar, porque de nuestra manera de hablar, dependen los resultados que obtendremos de las cosas.
Vs 44-48  “Guardaré tu ley siempre…”  Es como si dijera: La Palabra de Dios es más valiosa para mí que toda la riqueza del mundo. “… ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8:36). El valor de la Palabra de Dios en nuestra vida debería ser más apreciable que todo el oro o la plata del mundo.
Debemos perseverar, permanecer  siendo constantes sin desmayar en el cumplimiento de la Palabra de Dios y nuestra relación con Él no debe ser algo de ocasión, ni depender de las circunstancias.
Debemos aprender a dar testimonio delante de gente importante sin avergonzarnos y regocijarnos en sus mandamientos meditándolos siempre.

Rubén Pelegrina