miércoles, 11 de mayo de 2011

Salmo 119 La excelencia de la Palabra de Dios (7° Parte)

Salmos 119:49-56  Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, en la cual me has hecho esperar.
50  Ella es mi consuelo en mi aflicción, porque tu dicho me ha vivificado.
51  Los soberbios se burlaron mucho de mí, mas no me he apartado de tu ley.
52  Me acordé, oh Jehová, de tus juicios antiguos, y me consolé.
53  Horror se apoderó de mí a causa de los inicuos que dejan tu ley.
54  Cánticos fueron para mí tus estatutos en la casa en donde fui extranjero.
55  Me acordé en la noche de tu nombre, oh Jehová, y guardé tu ley.
56  Estas bendiciones tuve porque guardé tus mandamientos.  Zain

Comentario:
“Acuérdate de la palabra dada a tu siervo Me acordé, oh Jehová, de tus juicios… Me acordé en la noche de tu nombre…”   Dios nunca dice algo que luego no cumple, siempre cumple todo lo que promete. Sus promesas están cerca de nosotros para alimentarnos de su bondad cuando tenemos hambre de Dios. Cuando estamos lejos de su presencia, transitando los caminos del Hijo Pródigo debemos tener la seguridad que el enemigo nos enviará a apacentar cerdos (Lucas 15:15), pero si nos hallamos cerca de Él será todo lo contrario, por más dificultades que vengan, tanto más cerca Él estará de nosotros.
Con sus promesas no solo encontramos fuerza y seguridad sino prosperidad. 
Estas bendiciones tuve porque guardé tus mandamientos” (v.56).
Podemos esperar en las promesas de Dios y estar seguros que nunca quedaremos defraudados. Él dice y cumple, Su palabra permanece para Siempre y ella nos hace estar confiados, aunque los tiempos de espera de Él no sean los nuestros.
Si hoy estamos desconsolados porque el pecado nos ha llevado por camino de tristeza y nuestras rebeliones parecen aumentar, Su promesa llega para decirnos: Yo soy tu consuelo, vuélvete a mí.
Jesús ha dicho claramente, el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasaran (Mateo 24:35).  Sus promesas son como un lugar de máxima seguridad en medio de las dificultades y angustias diarias de la vida. Debemos agradecer por sus preciosas y grandísimas promesas y en ellas estar confiando.
Las personas piadosas que estén impedidas y afligidas por la impiedad de los que rechazan la ley de Dios (v.53), deben consolarse recordando que los grandes principios de la verdad divina permanecerán a pesar de todo; y también los “juicios antiguos” (v. 52) de Dios, es decir que sus pasadas interposiciones a favor de su pueblo, son la garantía de que otra vez intervendrá para librarlos; y éstas llegan a ser el tema de constante y agradable meditación. Cuanto más depositamos nuestra confianza en la ley de Dios, tanto más amamos esta Palabra eterna.

Rubén Pelegrina

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