lunes, 20 de febrero de 2012

Salmo141 Oración para ser guardado del mal

Salmos 141: 1-6 Jehová, a ti he clamado; apresúrate a mí; escucha mi voz cuando te invocare.
2  Suba mi oración delante de ti como el incienso, el don de mis manos como la ofrenda de la tarde.
3  Pon guarda a mi boca, oh Jehová; guarda la puerta de mis labios.
4  No dejes que se incline mi corazón a cosa mala, a hacer obras impías con los que hacen iniquidad; y no coma yo de sus deleites.
5  Que el justo me castigue, será un favor, y que me reprenda será un excelente bálsamo
 Que no me herirá la cabeza; pero mi oración será continuamente contra las maldades de aquéllos.
6  Serán despeñados sus jueces, y oirán mis palabras, que son verdaderas.

Comentario:
El salmo anterior, éste y el siguiente se atribuyen a David y son un triple pedido de protección con diferentes formas de expresión.
Vs. 1-4 La segunda expresión la tenemos en la primera frase de este salmo y encontramos un enunciado muy llamativo que dice así: “escucha mi voz cuando te invocare”, como diciendo, “Dios, presta atención a mis palabras porque necesito que te concentres en ellas. ¿Ha orado usted así a Dios por alguna razón que pensaría que Dios se pudiera distraer? A David le urge presentar  la oración vespertina, donde levantará sus manos al cielo como sube el olor del incienso y sacrificará alabanza como el sacrificio de la tarde, costumbre de la época.
Pide al Señor que ponga un guardia en su boca, y un candado que cierre enteramente sus labios, rogandole que no permita que se deslice su corazón a palabras maliciosas, para pretextar excusas en los pecados, como hacen los hombres malvados, que siempre tienen excusas para lo que hacen mal; cosas de las cuales David no quiere tomar parte y que para muchos es una delicia comerlas o experimentarlas.
El v.4 nos insta a no inclinar el corazón y la carne a las presiones culturales de afuera que nos conducen a la maldad. Deleites son aquellas cosas que saben bien y gustan, pero que  están prohibidas por la Ley de Moisés y los mandamientos.
Para nosotros en un día común cuando va oscureciendo y ha pasado el día con todas sus actividades y reuniones, gente y trabajo, hablar y escuchar, libros y papeles, decisiones y dudas, es cuando como David debemos ofrecérselo todo al Señor, tal como ha sido el día, antes de cerrar la cuenta y pasar página; pedir perdón por los errores, alabar por las bendiciones y clamar por las necesidades familiares. El profeta Daniel elevaba su voz a la mañana, al mediodía y al atardecer. “Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara…, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes”. (Dan. 6:10) 
V.5-6 Su espíritu humilde y resuelto va más allá y acepta los reproches de personas que debían haber sido comprensivas. David dice que la reprensión del justo es un favor, “que el justo me castigue, será un favor”. A nadie le gusta realmente que lo critiquen, pero todos nos podemos beneficiar de la crítica cuando es hecha con sabiduría. Debemos ser prontos para oír y tardos en hablar. “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse”. (Stgo 1:19).
La expresión del salmista es llamativa y muy ejemplar, porque dice no importarle lo que digan los enemigos en su contra, pero que va a orar por sus maldades. De esta manera David controla la forma de reaccionar ante la crítica y la convierte en productiva en vez de destructiva, sin importar la intención original del causante.
Aprendamos estas valiosas lecciones.

Rubén Pelegrina 

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