viernes, 22 de junio de 2012



Jonás 1:5 El pecado es un traicionero

V.5  Y los marineros tuvieron miedo, y cada uno clamaba a su dios; y echaron al mar los enseres que había en la nave, para descargarla de ellos. Pero Jonás había bajado al interior de la nave, y se había echado a dormir.

Comentario:
Nos vamos a concentrar un momento en la frase: “Y los marineros tuvieron miedo”. Un marinero está muy acostumbrado al mar y adiestrado para todo tipo de situaciones, pero en esta ocasión Dios estaba provocando algo diferente a lo acostumbrado. La causa era que Jonás estaba desobedeciendo y esta desobediencia complicaba la vida de toda la tripulación, porque él ahí estaba y traicionaba a todos, denunciando que algo andaba mal. Una simple desobediencia de un integrante del navío hizo que todos sufrieran las consecuencias.
Rom. 5:19  “Porque así como por la desobediencia de un hombre (Adán) los muchos fueron constituidos pecadores”.
Sin duda alguna el miedo de los marineros era por falta de fe, y la falta de fe lleva directamente a perder el sentido de la vida y a veces hasta la vida misma. El miedo es algo que todos llevamos por dentro, algo normal que si quisiéramos podríamos exterminar y desaparecer, pero el miedo de los marineros estaba desplegado por lo sobrenatural.  Y no deseo que confundamos entre dos miedos, algo muy común entre la gente es confundirlos. Uno es aquel miedo que nos da al ver una película o al estar solo en un lugar peligroso, o escuchar ruidos raros o ladridos de perros a la madrugada. El otro miedo es el que nos provocan situaciones similares a la de los marineros, lo sobrenatural, cuando todo se nos escapa de las manos y ya no podemos hacer nada. Por ejemplo una tempestad en el mar, una tormenta, inundación, huracán o cualquier fenómeno de la naturaleza. En esos momentos un creyente fiel puede sentir la firmeza de la Roca donde está construyendo su casa y no sentir miedo. Todos podemos poner ladrillos sobre la Roca que es Cristo o ponerlos sobre la arena y sentir miedo. “Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca.
Pero todo el que me oye estas palabras y no las pone en práctica es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena.
Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa, y ésta se derrumbó, y grande fue su ruina”. (Mat 7: 24-27)
Cada marinero clamaba a su dios, un dios mudo y ciego que no podía hacerse cargo de la situación, me recuerda a los 450 profetas de Baal (1° Reyes 18: 20-29). Entonces tuvieron que aligerar la carga del navío para no perecer, tirando los víveres y enseres al agua.
Como no se solucionó el problema, presintieron que alguien ahí con ellos, estaba cargado de pecado y no le erraron. Es que así pasa con el pecador, los demás lo perciben, no se puede esconder y no se puede escapar; el pecado es un traicionero.
Manejemos nuestra vida de manera tal que el pecado no nos traicione, porque éste no existe.
Rubén Pelegrina 

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