viernes, 2 de marzo de 2012

Salmos 143 Pedido de rescate y dirección (3° Parte)

Salmos 143:6-12 Extendí mis manos a ti, mi alma a ti como la tierra sedienta. Selah
7  Respóndeme pronto, oh Jehová, porque desmaya mi espíritu; no escondas de mí tu rostro, no venga yo a ser semejante a los que descienden a la sepultura.
8  Hazme oír por la mañana tu misericordia, porque en ti he confiado; hazme saber el camino por donde ande, porque a ti he elevado mi alma.
9  Líbrame de mis enemigos, oh Jehová; en ti me refugio.
10  Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud.
11  Por tu nombre, oh Jehová, me vivificarás; por tu justicia sacarás mi alma de angustia.
12  Y por tu misericordia disiparás a mis enemigos, y destruirás a todos los adversarios de mi alma, porque yo soy tu siervo.

Comentario:

V.6 Extendí mis manos a ti, mi alma a ti como la tierra sedienta. Selah
El sediento es una escultura en mármol, rodeada por una fuente, que representa a un joven que calma su sed bebiendo agua que emana de una roca. Lo interesante de esta imagen es que el sediento siempre está bebiendo y la roca siempre está dando agua.  Cristo es la Roca representativa y nosotros somos los sedientos que siempre está dando el agua que puede fluir en nuestro interior como ríos de agua viva, y la figura que nos transmite el salmista es la de una tierra que necesita de lluvia, así como su espíritu anhelaba la comunión y la gracia de Dios. Esta imagen se agiganta cuando la contrastamos con los bienes pasados que él tenía, todo el bienestar y tranquilidad pastoril, cuando muy de vez en cuando tenía que ahuyentar algún lobo que viniera tras sus ovejas. Ahora su vida ha cambiado y está bajo el yugo de muchos problemas que le secan el alma por lo que desmaya en su espíritu y se compara como tierra seca. Imaginemos que existe un terreno que antes era un bosque que fue deforestado, que ahora no es más que un terreno pobre sin mucha utilidad productiva, y que permaneciendo así poco a poco se va erosionando por el cambio de las condiciones climáticas del lugar hasta quedar como tierra seca y quebrada. Muchos de nosotros hemos experimentado en algún pasaje de nuestra vida algo parecido, ¿qué hicimos? Ahora descubramos cómo respondió el salmista.
V.7  “Respóndeme pronto, oh Jehová, porque desmaya mi espíritu; no escondas de  Traducido por la Biblia al Día es: “Respóndeme pronto, Señor, que el aliento se me escapa. No escondas de mí tu rostro, o seré como los que bajan a la fosa”. El ánimo se le agotaba, estaba perdiendo la esperanza, lo apresaba un temor paralizante y una honda depresión. En ocasiones, nos sentimos iguales, en una depresión que con el paso del tiempo se va haciendo más aguda y no podemos salir de ella. En esos momentos, podemos ir ante el Señor y, al igual que David y expresarle nuestros verdaderos sentimientos. Entonces Él nos ayudará a recordar sus obras.
Vs. 8-9  “Hazme oír por la mañana tu misericordia, porque en ti he confiado; hazme saber el camino por donde ande, porque a ti he elevado mi alma. Líbrame de mis enemigos, oh Jehová; en ti me refugio”. De esta manera aprendemos a confiar en El y a decidir hacer su voluntad (10).v.
V.10  “Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud”. Aprendemos que debemos orar que Dios nos enseñe a hacer Su voluntad y no hacer la nuestra propia. Cuando un creyente conoce la gloria de hacer la perfecta voluntad del Señor, él la aceptara con gozo y esperanza! Aceptar significa, “tomar, como en los brazos”, presionando a nuestro pecho como en una expresión de amor y afecto, lo que nos vivificará y disipará a los enemigos quedando todos ellos destruidos. (Vs.11-12)
Para hacer Su perfecta voluntad aprendamos del Maestro, Cristo le dijo a sus discípulos: “… porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre, que me envió.” (Juan 5:30). “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra.” (4:34). “He descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.” (6:38).
Aprendimos entonces en este salmo tres verdades importantes de cómo agradar a Dios y hacer su voluntad:
1. Pedir de una manera clara, con autoridad y con un profundo deseo y respeto.
2. Orar sintiendo el peso del pecado, sin quejas. Con una oración confiada.
3. Comparar nuestro corazón con tierra seca estando ansiosos de recibir las lluvias de bendición divina.

Rubén Pelegrina

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