Salmos 125: 1-5 Los que confían en Jehová son como el monte de Sion, que no se mueve, sino que permanece para siempre.
2 Como Jerusalén tiene montes alrededor de ella, así Jehová está alrededor de su pueblo desde ahora y para siempre.
3 Porque no reposará la vara de la impiedad sobre la heredad de los justos; no sea que extiendan los justos sus manos a la iniquidad.
4 Haz bien, oh Jehová, a los buenos, y a los que son rectos en su corazón.
5 Mas a los que se apartan tras sus perversidades,
Jehová los llevará con los que hacen iniquidad; paz sea sobre Israel.
Comentario:

¿Qué es lo que nos puede producir tal confianza para que en medio del más grave problema podamos descansar sin temor alguno? Estudiaremos esto.
Del contenido del salmo, deducimos que fue escrito en Jerusalén en un tiempo cuando una nación extranjera gobernaba o controlaba la ciudad (v.3). Y el énfasis está en la protección de Dios, lo que les impulsaba a una responsabilidad de mantener esa confianza en Él. Este es el principio número uno de la firme confianza, de la que no se mueve del lugar en donde está puesta. Cuando mantenemos la confianza en Dios a pesar de las pruebas, ya sea por obstáculos superados en el pasado o por una alta convicción y fe en Dios, es cuando la confianza se hace firme, no se mueve, sino que permanece estable y segura como un monte.
En el v.2 la figura representada es de un pueblo rodeado por una muralla a forma de castillo o fortaleza. ¿Y quién podrá penetrar para dañar o afectar a un pueblo rodeado por el mismo dador de la vida?
V.3 El pueblo de Dios, Israel, había recibido un territorio por heredad y aquel gobernante perverso que los controlaba, no permanecería sobre ellos. El salmista lo adelanta con gran confianza. Su deseo es para que así estos justos no extiendan sus manos hacia el delito, porque cuando los impíos dominan en el gobierno, algunos de los buenos son tentados a caer en los mismos actos malos. Entonces pide que Dios haga el bien a la gente buena, a los que son honestos.
Este mismo ambiente reinará, si no lo hay ahora mismo, cuando la pecaminosidad humana que arruina el ideal de Dios sobre la tierra, esté llegando al límite permitido por Dios y será entonces cuando Dios ejecute su juicio final. Pero esto no significa que Dios pueda perder el control, sino que el mal permanecerá solo hasta que Dios lo permita.
Los que se aferran a los caminos de Dios, aunque puedan tener problemas, obstáculos y dificultades en el pasaje, tendrán paz al final.
Las promesas de Dios y nuestra confianza fundada en éxitos pasados, deben dar vida a nuestras oraciones.
Rubén Pelegrina