Salmos 147: 6-7 Jehová exalta a los humildes, y humilla a los impíos hasta la tierra.
7 Cantad a Jehová con alabanza, cantad con arpa a nuestro Dios.
Comentario:
V.6 “Jehová exalta a los humildes, y humilla a los impíos hasta la tierra”. Muchas veces aunque uno quisiera que Dios humille a los impíos, salta inmediatamente un deseo negativo porque habrá alguien que siendo familiar o amigo personal, no desearíamos verle humillado por la mano de Dios. Sé que hay muchos que lo apetecen y creo que esto no debería pasar por la mente de un cristiano, sino orar fervientemente para que Dios use lo que Él quiera para que esta persona deje de vivir en la soberbia y acepte llevar la cruz cada día. Leemos que el humillar es obra de Dios y Él nos manda orar por los que nos ultrajan y nos persiguen sin desearles el mal. (Mateo5:44) “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”.
Nos queda la plena seguridad que Dios, a Su tiempo exaltará la vida de todos los que así lo merecen y humillará a los indiferentes o incrédulos.
V. 7 “Cantad a Jehová con alabanza, cantad con arpa a nuestro Dios”. A decir verdad, el deber del Pueblo elegido siempre fue, es y será glorificar a Dios. El profeta Isaías dijo algo que nos hace reflexionar “Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas.” (Isaías 42:8) Somos muy débiles en cuanto a reconocer que Dios es el único que merece la total atención de nuestra vida y el profeta la tenía clara, no estaba dispuesto a dar la gloria a otra cosa u otro ser. Igualmente le pasó a Daniel, tres veces al día en oración abría las ventanas de su casa y oraba a Dios, cuando esta actividad estaba completamente prohibida, solo debían adorar al rey Darío por espacio de treinta días. (Daniel 6:12)
Hoy también muchos se elevan a sí mismos como dioses, aunque de otra manera, arguyendo la capacidad de “atraer” hacia sí mismos las cosas que pretenden; se habla de la energía universal que está a disposición del ser humano que la usa, entonces el hombre deja de confiar en Dios y se constituye en su propio dios. En forma más explayada expongo estos pensamientos en mi libro que saldrá titulado “El alma expectante”.
Basemos y fijemos toda nuestra atención y adoración constante en Dios y Él nos dará la debida exaltación que siempre hemos deseado. A algunos les llevará un tiempo y a otros puede ser que venga en forma inmediata, de todos modos vendrá, ¡Dios no falla!.
Rubén Pelegrina
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