Jonás 4: 4-11 Una
sombra para el enojo
4 Y Jehová le dijo: ¿Haces tú bien en enojarte
tanto?
5 Y salió Jonás de la ciudad, y acampó hacia el
oriente de la ciudad, y se hizo allí una enramada, y se sentó debajo de ella a
la sombra, hasta ver qué acontecería en la ciudad.
6 Y preparó Jehová Dios una calabacera, la cual
creció sobre Jonás para que hiciese sombra sobre su cabeza, y le librase de su
malestar; y Jonás se alegró grandemente por la calabacera.
7 Pero al venir el alba del día siguiente, Dios
preparó un gusano, el cual hirió la calabacera, y se secó.
8 Y aconteció que al salir el sol, preparó Dios
un recio viento solano, y el sol hirió a Jonás en la cabeza, y se desmayaba, y
deseaba la muerte, diciendo: Mejor sería para mí la muerte que la vida.
9 Entonces dijo Dios a Jonás: ¿Tanto te enojas
por la calabacera? Y él respondió: Mucho me enojo, hasta la muerte.
10 Y dijo Jehová: Tuviste tú lástima de la
calabacera, en la cual no trabajaste, ni tú la hiciste crecer; que en espacio
de una noche nació, y en espacio de otra noche pereció.
11 ¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella
gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir
entre su mano derecha y su mano izquierda, y muchos animales?
Comentario:
Esta parte de la
vida de Jonás nos puede llegar a todos, unos y otros podemos ponernos su saco. Su
experiencia es muy común cuando se conjugan decepciones, tristezas, abandonos y
pérdidas en la vida. Puede ser también que actuemos de la misma manera cuando
lo que nos preocupa es nuestra reputación, como en el caso mío en estos
momentos de la vida que me tocan vivir. Superamos esto con una comunión íntima y
sincera con Dios. Él debe levantarse como nuestra torre para darnos sombra y ser
el sostén necesario para que no caigamos, porque de otra manera nos hundimos en
lo mismo que Jonás.
Él salió de la
ciudad y se fue a un lugar desde donde podía verlo todo. Luego cortó unas ramas
y construyó un refugio para protegerse del sol. Se sentó bajo la sombra, y se
puso a esperar lo que iba a pasarle a la ciudad.
Por su parte, Dios
hizo brotar una planta; esta creció y cubrió el refugio de Jonás. Así Dios le
dio a Jonás una sombra mejor para que no sintiera tanto calor. ¡Jonás quedó muy
contento con aquella planta, qué experiencia! Dios siempre está a nuestro lado
aunque no lo veamos como persona física, pero en el caso de Jonás de presentó
como una planta enredadera que creció milagrosamente y le hizo sombra.
Pero después, Dios
hizo que un gusano viniera al otro día, y picara la planta la que pronto se
secó, y cuando salió el sol, Dios mandó un viento tan caliente que el pobre
Jonás casi se desmayaba. Era tanto el calor que Jonás quería morirse; por eso
gritó: —¡Prefiero morir que seguir viviendo!
Dios trató
tiernamente a Jonás de la misma manera como lo había hecho con Nínive e Israel,
y como lo hace con nosotros y lo mismo se enojó. Dios pudo haber destruido a
Jonás por su ira desafiante, pero optó por enseñarle una lección. ¿Cuál fue esa
lección? Jonás se enojó porque la planta se secó, pero no se hubiera enojado
por lo que le hubiera sucedido a Nínive si era destruida. La calabacera se secó
y él se enojó. Cuando nos enojamos, debemos analizar nuestros propósitos y
deseos, que pueden ser egoístas, insanos y hasta maléficos.
Si obedecemos la voluntad
de Dios, Él nos guiará. El fuerte castigo de Dios es para los que se empeñan en
rebelarse.
Dios le preguntó entonces
a Jonás: —¿Crees que es justo que te enojes tanto porque se secó esa planta?
—Por supuesto que sí —dijo Jonás—. Sin ella, prefiero morirme.
Y Dios le respondió
a Jonás: —Estás preocupado por una planta que no sembraste ni hiciste crecer,
que en una noche creció, y en la otra se secó. ¿No crees que yo debo
preocuparme y tener compasión por la ciudad de Nínive? En esta gran ciudad
viven ciento veinte mil personas que no saben qué hacer para salvarse, y hay
muchos animales.
El libro de Jonás
queda con un final abierto, como inconcluso, pero Dios sabe lo que hace. La
pena de Jonás debía ser por una gran ciudad que por una planta que no dura
nada.
Si observamos cómo
termina, descubrimos una revelación del alcance universal de la misión de Dios
que apunta hacia el Señor Jesucristo que nos dice en Mateo 12:41 En el juicio
final, la gente de la ciudad de Nínive se levantará y hablará contra ustedes
para que Dios los castigue. Porque esa gente sí cambió de vida cuando oyó el
mensaje que le anunció Jonás. Pero ustedes oyen mi mensaje y no cambian, aunque
yo soy más importante que Jonás en este momento.
¡Cambiemos, no nos
enojemos y sigamos adelante!
Rubén Pelegrina