Salmos 145:8-16 Clemente y misericordioso es Jehová, lento para la ira, y grande en misericordia.
9 Bueno es Jehová para con todos, y sus misericordias sobre todas sus obras.
10 Te alaben, oh Jehová, todas tus obras, y tus santos te bendigan.
11 La gloria de tu reino digan, y hablen de tu poder,
12 Para hacer saber a los hijos de los hombres sus poderosos hechos, y la gloria de la magnificencia de su reino.
13 Tu reino es reino de todos los siglos, y tu señorío en todas las generaciones.
14 Sostiene Jehová a todos los que caen, y levanta a todos los oprimidos.
15 Los ojos de todos esperan en ti, y tú les das su comida a su tiempo.
16 Abres tu mano, y colmas de bendición a todo ser viviente.
Comentario:
Hoy vamos a interpretar el segmento siguiente que nos habla de un Dios misericordioso. “Misericordioso es el Señor” (8–16)
Lo primero que tenemos que saber es lo que significa la misericordia.
El A. T. enmarca la misericordia de Dios dentro de la cultura hebrea, dándole rasgos masculinos y femeninos.
Dios ama y se hace responsable de este amor.
La palabra misericordia tiene su origen en las palabras hebreas Hesed y Rahamin.
Hesed: Indica una actitud de profunda bondad.
Rahamin, expresa el “amor de madre” (Rehem = regazo materno) son rasgos típicamente femeninos; es el amor entrañable que liga a la mamá con su propio hijo. Brota de la unión especial entre madre e hijo. Esta mamá que construyó en su cuerpo todas las fibras de su hijo con un amor gratuito que sale de adentro de ella misma. No es fruto de mérito, un hijo no tiene mérito, es amado por su madre gratuitamente. Importante: Es una necesidad interior, una exigencia del corazón.
Nosotros, en nuestra cultura, confundimos el término misericordia con “lástima”. Vemos un niño pobre y nos mostramos misericordiosos por su pobreza y le regalamos comida y ropa porque sentimos lástima. Debemos distinguir las interpretaciones. La palabra “misericordia” en la lengua latina es el resultado de la suma de dos términos distintos: Miser que significa “pobre, necesitado”, y corda que traducimos por “corazón”. La misericordia es la capacidad de entregar algo, “sin lástima”. Entregar de sí mismo a la pobreza del corazón de una persona. La lástima implica darse cuenta de la pobreza del otro y sentir, por qué no, remordimiento ante el dolor de dicha persona. La misericordia, es algo muy distinto: entregar algo de sí mismo a la pobreza del corazón de la persona para que ésta crezca en humanidad. La misericordia es una gran virtud, la lástima no pasa de ser un triste defecto.
El samaritano de la parábola, (Lucas 10:33) ante el dolor del hombre herido, se compadeció, y esta actitud suya es el mismo sentimiento de Dios frente al sufrimiento de sus criaturas.
El samaritano al ver al hombre herido sintió misericordia. El texto bíblico nos dice “se le conmovieron las entrañas” ante la presencia de aquel hombre herido. El hecho de “conmoverse las entrañas” no es, en modo alguno, una expresión insignificante. “Conmoverse las entrañas” indica lo que sucede a una madre cuando va a dar a la luz un hijo.
El salmo nos deja ver que por la “misericordia de Dios” podemos entrar al reino como hijos. Y me agrada porque el salmista enseña que los oprimidos, los que caen y los hambrientos hallan casa y alimento en el reino de Dios. Él nunca se va a olvidar de nosotros, “¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti”. (Isaías 49:15)
Tengamos la seguridad que Dios tiene un tierno afecto por su Iglesia y su pueblo; no quiere que nos desalentemos y vivamos en miseria.
Algunas madres descuidan a sus hijos, pero las compasiones de Dios con su pueblo exceden infinitamente a las de los padres más tiernos hacia sus hijos.
Todos estuvimos en desgracia antes de conocer a Dios, y aún existen muchas personas que no han encontrado a Dios. ¿Existe mayor desgracia? La buena noticia es que la Biblia y el salmo nos destacan la misericordia de Dios como una disposición suya que beneficia al ser humano pecador y claramente dice que tenemos salvación por su misericordia. Leamos en privado lo que dice Efesios 2:1-5. Y termina el párrafo que nos ocupa expresando: “Abres tus manos y a todos los seres vivos les das lo que necesitan”. ¡Gracias Señor!
Rubén Pelegrina
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