jueves, 9 de febrero de 2012

Salmo 139 Dios conoce todo lo que tenemos y lo que nos falta (3° Parte)

Salmo 139   Dios conoce todo lo que tenemos y lo que nos falta (3° Parte)

Salmos 139:11-13  Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; aun la noche resplandecerá alrededor de mí.
12  Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día; lo mismo te son las tinieblas que la luz.
13  Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre.

Comentario:
Vs.11-12 Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; aun la noche resplandecerá alrededor de mí”. Se puede percibir notoriamente que ninguna circunstancia externa, por más oscura que sea puede querer separar al creyente fiel de su Señor, pero en este caso no fue así.
Uno de los factores, que aleja a la gente de Dios, que cierne sobre sus mentes la densa y oscura noche y se transforma como el transitar por un bosque lleno de peligros en una noche de invierno, es la ansiedad. Estas son las amenazas que llegan todas juntas. Por ejemplo, las que brotan de un peligro percibido, una amenaza al sentimiento que uno tiene de ser de valor, la separación, la influencia de agentes externos, la soledad y una lista larga que podemos mencionar. Por ejemplo, la ansiedad puede ser causada por un rechazo u hostigamiento por parte de los compañeros de grupo o la misma familia, la posibilidad que los padres se divorcien, la perspectiva de no aprobar una materia en la escuela, o cualquier amenaza real o percibida. Es la noche que quiere encubrir todo lo que antes se veía, no obstante queda la esperanza que en dichas circunstancias Dios resplandecerá. El salmista dice: “Si me ocultan las tinieblas; y la luz se hace noche en torno a mí, ni las tinieblas serían oscuras para mí, y aun la noche sería clara como el día.”. Se encuentra tan confiado en el Dios que todo lo puede y que todo lo ilumina que reza: “¡Lo mismo son para ti las tinieblas que la luz!” Tú resplandeces en cualquier circunstancia.
Para el Dios que es luz (1° Juan 1:5), no hay oscuridad hermética a su mirada. Y, así como no hay tinieblas que encubran de Él (v. 12), tampoco hay máscara de hipocresía, por muy elaborado que sea el disimulo del creyente, que sea impermeable al ojo escrutador de Dios. ¿Quién intentará mentirle?  
V. 13  “Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre”.
¿Cómo no nos va a conocer perfectamente el que nos ha formado con sus dedos? Él por esa razón nos defiende y nos ampara.
El milagro más grande que existe es el de la concepción. Cuando el ojo humano no puede ver los componentes de lo que en unas semanas será casi una perfecta persona y a los nueve meses un ser humano total, Dios si lo ve y además lo forma.
Pero el milagro más grande que existe es el del nuevo nacimiento, cuando Dios interviene en el corazón de una persona y éste le acepta, se produce una unión espiritual Dios-hombre que permite al ser humano ser calificado como un hijo de Dios, una nueva criatura (2° Cor. 5:17). Este nuevo hombre actúa sobre la base de principios nuevos, por reglas nuevas, con finalidades nuevas y con compañía nueva, tal y cual lo haría un ser humano recién nacido. Los cristianos somos nuevas criaturas desde nuestro interior. El Espíritu Santo nos da vida nueva y ya no seremos los mismos jamás.

Rubén Pelegrina

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