Jonás 1:7-9 Jonás
es descubierto
V.7 Y dijeron cada uno a su compañero: Venid y
echemos suertes, para que sepamos por causa de quién nos ha venido este mal. Y
echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás.
8 Entonces le dijeron ellos: Decláranos ahora
por qué nos ha venido este mal. ¿Qué oficio tienes, y de dónde vienes? ¿Cuál es
tu tierra, y de qué pueblo eres?
9 Y él les respondió: Soy hebreo, y temo a
Jehová, Dios de los cielos, que hizo el mar y la tierra.
Comentario:
Cuando actuamos a escondidas y hurtadillas,
solemos creer que nadie nos ve o que no seremos descubiertos. Pero Dios impulsa
medios increíbles y tiene formas de actuar bastante insólitas para que un
pecado o algún mal se descubra. En este caso usa una fórmula poco creíble y
desconocida en nuestro medio actual para identificar algo oculto: Permite que
los marineros echen manos de algo insólito: “Venid y echemos suertes, para que
sepamos por causa de quién nos ha venido este mal”.
Un relato de 1º Samuel 14:36-42 puede
ilustrarnos perfectamente esta práctica
de echar suertes que existía entre los
israelitas, en una fantástica historia. Además sorprendentemente, hallamos
también en el mismo corazón del Nuevo
Testamento, cuando a petición del apóstol
Pedro echaron suertes para decidir entre José, que tenía por sobrenombre Justo,
y Matías. Y dice el texto de Hechos que:
“Les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once
apóstoles.” (Hechos 1:26).
Los marineros pueden haber echado suertes
con piedras, palitos, huesos o dados, pero la respuesta la dio Dios guiando y
ordenando las piedras, palitos huesos o números de los dados. No debemos
sorprendernos cuando lo que estuvo oculto de nuestra vida por mucho tiempo sale
a la luz, porque los métodos de Dios son sorprendentes, puede usar personas, cosas
o un sorteo como en el caso de Jonás. Pocas horas pudo ocultarse y la luz
alumbró la oscuridad. No quiero imaginar la reacción de Jonás al enterarse que
era él el trofeo de una tripulación hambrienta de justicia.
Entonces le dijeron ellos: Decláranos ahora
por qué nos ha venido este mal. Dentro de todo el mal que estaban experimentando
no quisieron condenar a Jonás sin que él tenga la oportunidad de explicarse y defenderse,
aunque ya era tarde.
El explorador Frank H. Shaw publicó una
historia verídica en el artículo de una revista acerca de dos hombres que
habían viajado lejos en el Círculo Polar Ártico en busca de focas. A través de
los largos meses de aislamiento se pelearon y llegaron a odiarse tan profundamente.
Por fin uno de ellos con un disparo le atravesó el cerebro al otro. Para cubrir
su crimen, arrojó el cuerpo en una grieta glaciar. Entonces volvió a la
civilización y explicó tristemente que su amigo había muerto debido a las inclemencias
del tiempo.
Pero el destino inventó una trama demasiado
increíble aún para ciencia ficción. El glaciar o masa de hielo se empezó a
arrastrar lentamente hacia el mar hasta que por fin la sección adjunta al
cuerpo desprendiéndose se volvió un glaciar. La Patrulla del Hielo vio el glaciar
y decidió dinamitarlo porque era una amenaza para los navegantes. Cuando se
treparon en él para prepararlo para dinamitar, vieron, sellado en el hielo
claro, el cuerpo de un hombre. Estaba perfectamente preservado.
Un examen extenso reveló el agujero de la
bala y las marcas de identificación en el cuerpo proporcionando un registro
suficiente del crimen; con eso cualquier jurado podrían sentenciar al culpable.
Tarde o temprano, en este tiempo o en la eternidad, todo hombre será
confrontado con la evidencia de sus pecados y descubierto a la luz de Dios. No
dejemos cosas ocultas a los ojos de Dios, confesemos nuestros pecados (1° Juan
1:9) y Dios será justo y amplio en perdonarlos. Seremos más aceptados y amados
por los hombres.
Rubén Pelegrina
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