Salmos 119:113-120 Aborrezco a los hombres hipócritas; Mas amo tu ley.
114 Mi escondedero y mi escudo eres tú; en tu palabra he esperado.
115 Apartaos de mí, malignos, pues yo guardaré los mandamientos de mi Dios.
116 Susténtame conforme a tu palabra, y viviré; y no quede yo avergonzado de mi esperanza.
117 Sostenme, y seré salvo, y me regocijaré siempre en tus estatutos.
118 Hollaste a todos los que se desvían de tus estatutos, porque su astucia es falsedad.
119 Como escorias hiciste consumir a todos los impíos de la tierra; por tanto, yo he amado tus testimonios.
120 Mi carne se ha estremecido por temor de ti, y de tus juicios tengo miedo. Sámec
Comentario:
Quien no haya vivido alguna experiencia similar a la del escritor de este Salmo, puede emitir algún juicio sobre las palabras que usa para describir su experiencia, como ser: “aborrezco”, “sostenme y seré salvo”, “como escorias hiciste consumir”, etc
V. 113 Si vamos a la primera frase “aborrezco a los hombres hipócritas” Cristo enfrentó la hipocresía de los escribas y fariseos de la época que con una máscara de santidad escondían la falsedad, no eran sinceros y cabales en lo que hacían (Mateo 6:1-5). La característica de los hipócritas es ser vistos por los hombres, promocionándose a sí mismos y Jesús que ve el corazón les dijo que no tendrían recompensa de Dios, ellos hacían tocar trompeta delante de ellos para hacerse notar o ser vistos cuando daban una ofrenda.
Cuando Jesús hablaba a sus discípulos les aconsejaba que se cuidaran de la doctrina de los fariseos. Y no se trata de que son doctrinas contrarias y que debemos cuidarnos de escucharlos, se trata del daño que esas doctrinas ocasionan al espíritu de las personas que les escuchan y atienden. La doctrina de los fariseos es como un veneno para los creyentes en Cristo y debemos evitar escucharlos. A la gente que adora a Jesús pero mantiene doctrinas humanas, él les llama falsos adoradores (Mateo 15:9 “Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres.”) El salmista los trata de “malignos” que no guardan los mandamientos de Dios (v.115).
Él es lo contrario a una persona indecisa, mala, descarriada e impía. La diferencia notoria entre el salmista y los otros es “la Palabra”, la Biblia, que la describe como: amada (vs.113 y 119), guardada (v. 115), lugar de refugio y la razón de la esperanza (v.114), el centro de su firme sustento o sostén (v.117). Pero la realidad interior de su corazón y que lo distingue, es el Señor: porque esperar en la palabra es refugiarse en el Señor (v.114); en ella están los mandamientos de Dios (v. 115) y temer la Palabra y temer al Señor van juntos (v.120).
De esta manera Sámec desarrolla el énfasis de la consagración. Esa consagración no es opcional ni negociable, sino íntima y privada para vivir con el Señor en comunión y paz. La estructura que desarrolla en esta sección aclara el mensaje de todo el Salmo, la excelencia de la Palabra de Dios.
De esta manera Sámec desarrolla el énfasis de la consagración. Esa consagración no es opcional ni negociable, sino íntima y privada para vivir con el Señor en comunión y paz. La estructura que desarrolla en esta sección aclara el mensaje de todo el Salmo, la excelencia de la Palabra de Dios.
Rubén Pelegrina
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