miércoles, 9 de enero de 2013


Efesios 2:9-10  Gracia versus obras

9 no por obras, para que nadie se gloríe.
10  Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.  

Comentario:
No es un error pensar que debemos hacer cosas o prestar servicio en la iglesia posterior a la conversión. Muchos se escudan en este texto para dejar de lado el servicio y el trabajo en la obra de Dios. El apóstol Pablo aquí se refiere a otro aspecto de lo que estamos diciendo, se refiere a otro tema. Nadie puede ganarse la salvación, el cielo o la vida eterna por “hacer algo”. Todo, absolutamente todo fue hecho por Dios para nosotros y aunque nosotros hagamos algo por nuestra salvación no tendrá valor y no agregaremos ni un pelo a lo que ya está hecho. Por gracia somos salvos (v.8).
Este tema puede resultarnos más fácil a nosotros que a los primeros cristianos, ¿por qué? Ellos venían acostumbrados a la ley Mosaica que impedía hacer muchas cosas y exigía hacer mucho para salvarse. Cristo, fue una revelación dramática del poder de Dios, lleno de gracia, cuando no estaban acostumbrados precisamente a eso, porque ahora deriva todo por completo de él. No es producto de, ni recompensa dada por, nuestras obras; es el don de Dios para la fe. La fe en su totalidad no es por gracia tampoco, Pablo no se refiere a eso, la fe viene por el oír la Palabra de Dios.
Las obras carecen de importancia para la salvación ahora. Pero nuestra vida y nuestras obras anteriores sólo contribuyeron a la condenación de la que necesitábamos ser liberados. En contraste con esto, el v. 10 presenta a nuestra salvación en términos de la nueva creación que Dios hace de nosotros en Cristo. Nosotros somos obra de Dios, fuimos creados por Cristo para hacer el bien tal como Dios ya lo tenía planeado. De esta forma, con Jesús, somos primicias de la nueva creación y hemos sido transformados para que realmente podamos hacer verdaderas buenas obras.
Nosotros no podemos ganarnos el amor de Dios; pero podemos y debemos mostrarle a Él que le estamos sinceramente agradecidos, tratando de todo corazón de vivir la clase de vida que produzca gozo al corazón de Dios.

Rubén Pelegrina